La presencia de deterioro cognitivo en sus distintas “vertientes” se hace visible en el amplio abanico de enfermedades neurodegenerativas bien conocidas entre los profesionales sociosanitarios. Se trata de patologías hereditarias o adquiridas, en las que se produce una disfunción progresiva del Sistema Nervioso Central (SNC). Según el National Institute of Neurological Disorder and Stroke Study (NINDSS) hay más de seiscientas enfermedades neurodegenerativas destacando por su elevada prevalencia y gravedad.
Su clasificación se establece en función de las manifestaciones clínicas con las que se presentan, distinguiéndose por tanto, aquéllas que lo hacen fundamentalmente con un síndrome demencial, siendo la enfermedad de Alzheimer el más claro exponente; las que se manifiestan fundamentalmente con trastornos del movimiento y la postura, como es el caso de la enfermedad de Parkinson; las que cursan con ataxia progresiva, como la atrofia olivopontocerebelosa; aquéllas en las que la clínica fundamental es la debilidad y atrofia muscular, como es el caso de la esclerosis lateral amiotrófica; y otras muchas con presentaciones diversas.
De entre todas las enfermedades neurodegenerativas descritas, los cuadros demenciales (Enfermedad de Alzheimer, entre otros) constituyen la patología más frecuente a nivel mundial. Como consecuencia del mayor envejecimiento de la población, así como del aumento en la esperanza de vida, se estima que, mundialmente, hay 35,6 millones de personas afectadas por demencia, esperándose que esta cifra se duplique cada 20 años, con cifras estimadas de 65 millones de afectados en 2030 y 115 millones en 2050.
La mayor parte de estas patologías se presentan con un origen patogénico común consistente en agregación y acumulación de proteínas mal plegadas que se depositan en forma de agregados intracelulares o extracelulares y producen la muerte celular. Cada enfermedad se caracteriza por presentar una vulnerabilidad selectiva neuronal a nivel del Sistema Nervioso Central, lo que condiciona la degeneración de áreas concretas, produciendo los síntomas correspondientes a la pérdida de las funciones asociadas a dichas zonas cerebrales.
Aunque las enfermedades neurodegenerativas no se encuadran dentro del concepto de daño cerebral adquirido (DCA), combinan con ellas su plurisintomatología y su cronicidad por lo que muchos de los síntomas son susceptibles de tratamiento con un abordaje similar al del DCA (integral, global, multidisciplinar, continuado, etc.) o con algunas de las técnicas o tratamientos empleados habitualmente para la rehabilitación de pacientes que han sufrido un daño cerebral adquirido.
Al no haberse desarrollado tratamientos curativos de dichas patologías, los protocolos actuales de intervención tienen como objetivo principal paliar los síntomas o bien aumentar la actividad eléctrica de las neuronas supervivientes con el objetivo de minimizar los efectos clínicos del propio proceso degenerativo. Por esta razón, las actuaciones terapéuticas sólo pueden ser sintomáticas en algunos casos y paliativas en todos ellos.
Las necesidades de los afectados por patologías neurodegenerativas y las de su núcleo familiar varían en función del tipo de enfermedad, su grado y fase de evolución de los signos y síntomas, el grado y tipo de incapacidad, las características del entorno sociofamiliar, la situación socioeconómica… No obstante, es posible establecer aspectos generales y comunes a todos ellas:
■Diagnóstico preciso y precoz de la enfermedad.
■Tratamiento del proceso y de los signos y/o síntomas.
■Tratamiento y cuidados preventivos para reducir el riesgo de complicaciones asociadas a la enfermedad neurológica de base.
■Estimación de la repercusión de la enfermedad en el ámbito sanitario, familiar, social, laboral y económico.
■Información y asesoramiento progresivos, al paciente y familia.
■Formación progresiva al paciente y familia en el cuidado y manejo de la enfermedad.
■Soporte y apoyo, individual y familiar
■Comunicación terapéutica con el equipo de cuidado del paciente
En este tipo de enfermedades resulta primordial actuar sobre el nivel de actividad del individuo, intentando mantenerlo en las condiciones más optimas, previniendo complicaciones futuras, compensando los déficits ya establecidos mediante nuevas estrategias y entrenando aquellas habilidades residuales. El objetivo en este tipo de patologías es el de conseguir mantener, durante el mayor tiempo posible, el máximo nivel de autonomía funcional garantizando, por tanto, adecuados niveles de calidad de vida no sólo del principal afectado sino también de su entorno más íntimo y cercano.
Fuente: www.geriatricarea.com
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