La mayoría de familias que optan por un servicio de atención residencial, lo hacen principalmente debido a problemas de salud complejos, asociados a niveles de dependencia cada vez más elevados y que requieren de atención profesional asistencial y de recursos especializados. Es preciso también señalar el alto porcentaje de personas con enfermedades crónicas avanzadas y progresivas e incluso con un pronóstico que requiere de atención paliativa.
La misión de las residencias de personas mayores es la de velar, cuidar y atender a estas personas con enfermedades crónicas y las complicaciones que puedan derivarse de ellas. Se trata de personas cuyas enfermedades pasan por procesos lentos en su progresión, pero mantenidos en el tiempo y sin posibilidad de resolución espontánea. A lo largo de estos procesos, los enfermos padecen, entre otros, deterioro físico, trastornos en su salud mental, estrés emocional, depresión o ansiedad y deterioro funcional social.
Las enfermedades más comunes entre las mujeres son la artrosis, la tensión alta y el dolor de espalda crónico, especialmente lumbar. Mientras que entre los hombres, las más usuales son la tensión y el colesterol altos.
Enfermedades cuyos síntomas repercuten directamente en una menor calidad de vida de la persona, agravándose aún más en las personas con dos o más enfermedades crónicas, situación que afecta también a sus cuidadores, familiares y a las personas que forman parte de su entorno más cercano. De ahí que la labor de las residencias sea crucial para la contribución al bienestar de las personas que presentan estos diagnósticos a fin de frenar o incluso mejorar los síntomas gracias al servicio e implicación de los profesionales sociosanitarios, y al uso de herramientas adecuadas para ello. Esto es posible a través de innovadoras terapias no farmacológicas, adaptadas a las necesidades de los residentes, y en las que se ha observado la aportación de múltiples beneficios que mejoran los síntomas de la enfermedad.
De ahí que la labor de las residencias sea crucial para la contribución al bienestar de las personas que presentan estos diagnósticos a fin de frenar o incluso mejorar los síntomas gracias al servicio e implicación de los profesionales sociosanitarios, y al uso de herramientas adecuadas para ello. Esto es posible a través de innovadoras terapias no farmacológicas, adaptadas a las necesidades de los residentes, y en las que se ha observado la aportación de múltiples beneficios que mejoran los síntomas de la enfermedad. En las residencias de adultos mayores, se asiste a personas con el objetivo de mejorar sus habilidades motoras, sensoriales, cognitivas y comunicativas, al tiempo que se apoya a sus familias, quienes confían el cuidado de sus seres queridos a manos profesionales para acompañarles durante las distintas etapas de la vejez, garantizando su bienestar y la máxima vitalidad posible.
Créditos: geriatricarea.com
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